¿Porqué cuando tienes un hijo todo el mundo se convierte en un experto en crianza?
Los padres nos vemos bombardeados con multitud de consejos y opiniones sobre cómo debemos actuar con nuestros hijos.
No creo que esté mal dar un consejo o una opinión (debe de formar parte de la condición de humanos hacerlo, yo me doy cuenta de que también lo hago). El problema viene cuando esos consejos se convierten en imposiciones por parte del que te los da.
Los consejos son de lo más variado, sobre alimentación, sueño, coger en brazos, ir o no a los sitios con el bebé...
A mí me han venido bien algunos de los consejos que recibí en su día, pero otros me han supuesto momentos de tensión, incomodidad, e incluso discusiones. Porque el que da un consejo, y más sin que se lo hayas pedido, debe estar dispuesto a aceptar que decidas no ponerlo en práctica. y cuando eso ocurre, lo que se le pasa por la cabeza a esa persona, y se le pasa muchas veces también por la boca, es tu ya verás ya, ya te acordarás de mí y te arrepentirás de no haberme hecho caso.
Los primeros meses intentas llevarlo con entereza, diplomacia, sin querer seguir esos consejos pero sin querer herir o molestar al que te los da. Pero a los meses siguen y se repiten y te saturan, y mandas la diplomacia a paseo, te sienta ya como una falta de respeto, por pesados y por poner en duda tu valía como madre (de la que yo en mi caso estaba muy segura).
Tampoco sientan igual los consejos según de quien provengan.
Ejemplos de opinadores compulsivos:
Las abuelas de tu retoño o madres de su generación como tías, amigas de las abuelas, etc.
Al fin y al cabo ellas tuvieron y criaron a sus hijos, con poquísimo o nulo apoyo de los maridos, sin el acceso a la información del que disponemos ahora y teniendo que seguir dando la talla como esposas, amas de casa y algunas trabajadoras fuera del hogar.
Por eso, aunque sean pesadas, merecen un respeto y cierta paciencia extra. Porque sus consejos provienen de su propia experiencia, aunque fuera un contexto tan diferente que casi no nos sirva a nosotras. Y porque algunas se debieron de sentir tan perdidas, que hubieran dado lo que fuese porque alguien les hubiera guiado al inicio de su maternidad.
El problema es que ellas no son conscientes de esas diferencias, y cuando no sigues su consejo se frustran, y se niegan en banda a escuchar tus motivos, informados, contrastados, meditados y decididos.
Me da la sensación, de que si admiten que tu forma de criar, tan diferente a la suya, es buena, tendrían que admitir que la suya es mala. Y después de tantos años y sin posibilidad de mejorarla, prefieren no saber que otras opciones son posibles y puede que mejores para las criaturas.
La siguiente frase os la oireis más de una vez: Que yo fui capaz de criar a mis hijos perfectamente, y no me quieres hacer caso, como si no supiera.
Opción de contestación: ¿Y piensas que yo no soy igual de capaz de criar a los míos como lo fuiste tú?
Familiares o personas cercanas que no se ocuparon activamente de la crianza de sus hijos. Principalmente varones de otra generación.
Son hombres que trabajaron mucho para llevar el pan a casa, que llevaban la responsabilidad de mantener una seguridad económica para su familia (que es una gran responsabilidad), pero que habiendo cumplido en ese terreno, se sentían libres y con pleno derecho de dedicar el resto de su tiempo a "sus cosas" (descansar, ver el futbol, tomar carajillos o cervezas con los amigos, leer el periódico, aficiones varias...). Daba igual que tuvieran uno, dos o más hijos, de ellos se ocupaba la mujer.
No entro a valorar si está bien o mal, en cada familia se organizan como quieren, y estoy segura de que a sus hijos los quieren mucho.
Pero lo que no soporto, es que pretendan darme lecciones o critiquen todas las cuestiones sobre el cuidado de hijos que ellos no fueron capaces y no les dió la gana de realizar en su día.
Que se atrevan a sentenciar si está bien o mal cómo duermo a/con mi hijo, cómo le introduzco la alimentación complementaria, si lo cojo mucho en brazos, si lo llevo o no a la guarde, cada cuanto le cambio el pañal, etc.
¡Pero bueno! Si no eres pediatra, ni psiquiatra infantil, ni educador... (es decir no has adquirido conocimientos académicos sobre nada relacionado con bebés/niños.) Ni tampoco tienes la experiencia de realizar las tareas que ahora criticas con tus propios hijos, ¿de dónde coño has deducido esas ideas tan rígidas sobre la crianza?
Este es el grupo de opinadores que peor llevo y aun no sé como afrontarlo sin herir ssensibilidades por ninguna de las partes.
Personas que no han tenido hijos.
Aquí opinan desde la ignorancia, por lo que no son conscientes de las dimensiones de la estupidez con la que pueden ir cargadas sus ideas.
Hay gente que aunque no haya tenido hijos, sí ha tenido sobrinos o tiene una sensibilidad especial para con lo niños. Y se le puede dar bien observarles y haberse construido una imagen muy real del mundo emocional infantil. Por lo tanto tendrá sus propias opiniones al respecto e incluso pueden ser acertadas.
Pero aquí no hablo de esas personas, sino de las que no se han puesto jamás en la piel de un bebé, que no se han parado a pensar nunca en estas cuestiones, ni ganas que tengan.
Como todos opinamos de todo, pues de los hijos de los demás también (aunque no tengan ni puñetera idea).
No saben cómo puede afectar a los padres su opinión o forma de decirlo y realmente no creo que tengan ni mala ni buena intención. Simplemente opinan y punto.
Lo mejor con estas personas es ignorarles, que nos resbale lo que digan. No se puede dialogar con ellos de un tema que desconocen y nos podemos sentir frustrados si intentamos que empaticen con nosotros o nuestros hijos.
El día que sean padres tendrán el debate consigo mismos y pasarán solicos a nuestro bando.
Podríamos clasificar en más subgrupos a los opinadores, pero estos tres son los más numerosos y reincidentes.
Y no espereis que os de yo una clave o truco para libraros de ellos, porque en más de dos años de crianza, todavía no sé cómo hacerlo.
Se agradecerían propuestas que os hayan funcionado ;-)
martes, 15 de enero de 2013
viernes, 14 de diciembre de 2012
A VUELTAS CON... (2ªPARTE) EL TIEMPO QUE PASA RÁPIDO Y SE HACE ETERNO
Si leísteis el post anterior, recordareis como ante la necesidad de mi bebé de estar continuamente en brazos, tenía que relegar la mayoría de mis necesidades-obligaciones-apetencias ;-).
Mi forma de pensar es que si el bebé llora tiene una necesidad sin cubrir, y cuando haces algo y deja de llorar, es porque necesitaba eso. Me parece absurdo hacernos creer que una criatura que acaba de nacer tiene un diabólico plan para poner a prueba nuestros límites, o que desea esclavizarnos para salirse con la suya o chorradas así. Yo creo que es un ser humano que nos ama con locura sin que hayamos tenido nosotras que demostrarle nada. Y que su instinto (dudo que un recién nacido razone, en el estricto sentido de la palabra) le hace reaccionar ante la sensación de desamparo, porque si le abandonamos se muere. Y es que cuando nacemos
somos puro instinto.
Vale, cuando eso lo entiendes viene la siguiente pregunta ¿porqué si parece el comportamiento más lógico y natural, se hace incompatible con nuestras necesidades?
Lo que nos falta es nuestra gente. Las personas (madres, hermanos, amigas del alma, vecinas de toda la vida?) Que si las tenemos cerca nos echan una manilla en el día a día. Con tres veces al día, que otra persona de confianza nos ayudase o sostuviese al bebé durante 10 minutos, seguro que el día en general sería mucho más fácil de llevar.
Como eso no es posible, tenemos que reconocer la situación, comprender que el bebé no tiene la culpa, y que como somos las adultas, las que tanto sabemos ya a nuestra edad, nos toca a nosotras adaparnos a nuestra "nueva forma de vida" y sobrellevarlo lo mejor posible.
Cuando esto lo asumes, la sensación de injusticia por no atender tus propias necesidades desaparece, y la sensación de agobio a lo largo del día es menor. (Aunque sigues igual de jodida para desenvolverte en los quehaceres diario).
Cuatro cosicas que me ayudaron:
1ª Dormir en la misma cama con nuestro hijo. Ya os conté que le costó meses enganchar el pecho tumbados, así que antes nos hubiera dado igual. Pues en ese tiempo mira que lo intenté pero no se "acostumbró" a dormir en la cuna. Desde que enganchó bien, lo echamos en nuestra cama y empezamos a dormir los tres. Resultado: duermo más.
2º Programar las justas e imprescindibles tareas del hogar. Es decir, el desorden o falta de limpieza de mi casa es mío, y al que le parezca mal que no venga. En realidad nunca tuve la casa como los chorros del oro, ¿porqué empezar ahora que tengo algo más importante entre manos?, dentro de tres años ya lo intentaré.
Si pienso que tengo la mitad de cosas que hacer me agobio la mitad. Y lo imprescindible son cosas como: lavadora cuando o la pongo o mañana iremos desnudos, el segundo plato a la plancha (ni salsas ni cosa elaborada), ¿depilarme? si para mi hijo soy la más guapa del mundo con pelos y todo...
Lo demás que lo haga papá a su ritmo.
3º Comprar un portabebé. Ya, pensareis lo recomienda porque los vende. Pues no, los vendo porque los compré en su día y me salvaron la vida en muchas ocasiones.
Me sirve en casa, mientras me preparo el desayuno y mientras hago las tareas del punto 2. Los paseos ya duran más de 4 minutos, con el nene en el fular debajo de mi abrigo ya no llora y yo he dejado de ser la loca del barrio que corría con un carrito mientras gritaba ea ea ea.
Si voy a comprar al super, nene en el fular y carro ¡de la compra! Para ir transporte público, al banco, al pediatra...
4º Juntarme con otras mamás que habían o estaban pasando por lo mismo, y compartir la experiencia, los truquitos, las emociones. Tienen que ser mamás que compartan tu misma idea de crianza para que te sirvan sus experiencias y te sientas comprendida. (Sea cual sea el tipo de crianza que desarrolles).
Aunque quedeis una vez a la semana, te da un chute de energía increíble, te reafirma en tu forma de hacer las cosas, coges fuerzas. Para que aunque estés cansada te sientes plena porque haces lo que te pide el corazón.
Y poco más.
Seguía cansada, pero menos. Seguía agobiándome a veces, pero menos. Y disfrutaba de mi hijo, pero más, mucho más. Así que el cambio, aunque no milagroso, fue a mejor.
Mi forma de pensar es que si el bebé llora tiene una necesidad sin cubrir, y cuando haces algo y deja de llorar, es porque necesitaba eso. Me parece absurdo hacernos creer que una criatura que acaba de nacer tiene un diabólico plan para poner a prueba nuestros límites, o que desea esclavizarnos para salirse con la suya o chorradas así. Yo creo que es un ser humano que nos ama con locura sin que hayamos tenido nosotras que demostrarle nada. Y que su instinto (dudo que un recién nacido razone, en el estricto sentido de la palabra) le hace reaccionar ante la sensación de desamparo, porque si le abandonamos se muere. Y es que cuando nacemos
somos puro instinto.
Vale, cuando eso lo entiendes viene la siguiente pregunta ¿porqué si parece el comportamiento más lógico y natural, se hace incompatible con nuestras necesidades?
Lo que nos falta es nuestra gente. Las personas (madres, hermanos, amigas del alma, vecinas de toda la vida?) Que si las tenemos cerca nos echan una manilla en el día a día. Con tres veces al día, que otra persona de confianza nos ayudase o sostuviese al bebé durante 10 minutos, seguro que el día en general sería mucho más fácil de llevar.
Como eso no es posible, tenemos que reconocer la situación, comprender que el bebé no tiene la culpa, y que como somos las adultas, las que tanto sabemos ya a nuestra edad, nos toca a nosotras adaparnos a nuestra "nueva forma de vida" y sobrellevarlo lo mejor posible.
Cuando esto lo asumes, la sensación de injusticia por no atender tus propias necesidades desaparece, y la sensación de agobio a lo largo del día es menor. (Aunque sigues igual de jodida para desenvolverte en los quehaceres diario).
Cuatro cosicas que me ayudaron:
1ª Dormir en la misma cama con nuestro hijo. Ya os conté que le costó meses enganchar el pecho tumbados, así que antes nos hubiera dado igual. Pues en ese tiempo mira que lo intenté pero no se "acostumbró" a dormir en la cuna. Desde que enganchó bien, lo echamos en nuestra cama y empezamos a dormir los tres. Resultado: duermo más.
2º Programar las justas e imprescindibles tareas del hogar. Es decir, el desorden o falta de limpieza de mi casa es mío, y al que le parezca mal que no venga. En realidad nunca tuve la casa como los chorros del oro, ¿porqué empezar ahora que tengo algo más importante entre manos?, dentro de tres años ya lo intentaré.
Si pienso que tengo la mitad de cosas que hacer me agobio la mitad. Y lo imprescindible son cosas como: lavadora cuando o la pongo o mañana iremos desnudos, el segundo plato a la plancha (ni salsas ni cosa elaborada), ¿depilarme? si para mi hijo soy la más guapa del mundo con pelos y todo...
Lo demás que lo haga papá a su ritmo.
3º Comprar un portabebé. Ya, pensareis lo recomienda porque los vende. Pues no, los vendo porque los compré en su día y me salvaron la vida en muchas ocasiones.
Me sirve en casa, mientras me preparo el desayuno y mientras hago las tareas del punto 2. Los paseos ya duran más de 4 minutos, con el nene en el fular debajo de mi abrigo ya no llora y yo he dejado de ser la loca del barrio que corría con un carrito mientras gritaba ea ea ea.
Si voy a comprar al super, nene en el fular y carro ¡de la compra! Para ir transporte público, al banco, al pediatra...
4º Juntarme con otras mamás que habían o estaban pasando por lo mismo, y compartir la experiencia, los truquitos, las emociones. Tienen que ser mamás que compartan tu misma idea de crianza para que te sirvan sus experiencias y te sientas comprendida. (Sea cual sea el tipo de crianza que desarrolles).
Aunque quedeis una vez a la semana, te da un chute de energía increíble, te reafirma en tu forma de hacer las cosas, coges fuerzas. Para que aunque estés cansada te sientes plena porque haces lo que te pide el corazón.
Y poco más.
Seguía cansada, pero menos. Seguía agobiándome a veces, pero menos. Y disfrutaba de mi hijo, pero más, mucho más. Así que el cambio, aunque no milagroso, fue a mejor.
sábado, 8 de diciembre de 2012
A VUELTAS CON...EL TIEMPO QUE PASA RÁPIDO Y SE HACE ETERNO
Ya tenemos a nuestra criatura en casa, papá vuelve al trabajo, las "modernas" abuelas de ahora también van a trabajar, y nuestras hermanas y amigas...
Después del momento en que recibimos por primera vez a nuestro hijo en brazos, en el que el tiempo se detuvo y nada más existía, llega otro momento en el que volvemos a la realidad cotidiana.
Nos encontramos en casa a solas con el bebé, y sabemos que hoy nadie vendrá a vernos, las visitas serán el fin de semana.
Muy decidida, me disponía a empezar esa vida cotidiana que tantas veces imaginé durante el embarazo...
Día tipo: por la mañana después de desayunar los dos, le asearé, le pondré la ropita tan mona que compré, luego me arreglaré yo, ventilaré la casa, dejaré puesta una lavadora (cogiéndolo en brazos siempre que me reclame aunque tarde un poco más en hacer todo), y nos iremos de paseo con el nene en el carrito pasando por el súper a comprar algo que falte. Luego volveremos a casa, le cambaré el pañal, le haré carantoñas, le daré pecho cuando pida, y mientras duerma haré la comida y tenderé la ropa que puse a lavar antes de irme...
Parece fácil, ¿verdad? ¡Pues no!
A lo mejor es posible si tienes uno de esos pocos bebés que duermen mucho por el día, pero el mío no fue uno de ellos. Dormía en mis brazos, pero en cuanto lo intentaba dejar en la cuna, el carro o la hamaca, se despertaba automáticamente y a llorar.
Como por las noches yo no descansaba (si leeis el post de A Vueltas con las Noches lo vereis), ya empezaba el día agotada.
A lo mejor se había despertado a las 6:30, después de mamar no se volvía a dormir. Le cambiaba el pañal y al al poco bocanada que te va, y a cambiar de ropa. Lo intentaba dejar en algún sitio para hacerme un desayuno rápido y no podía, a hacer pis con él en brazos (os puede parecer raro pero es posible hacerlo con una sóla mano).
Pasaba un rato intentando dormirlo, en la teta, de pie y cantando a la vez. El tío estaba agustito, pero no se dormía. Las piernas me pesaban, la espalda me dolía y los brazos se empezaban a resentir.
Y ves que ya sale el sol y hace más evidente el desorden de la casa, y piensas tantas cosas que quieres hacer cuando se duerma...
Acaban dando las 11:30 a.m. y sigues prácticamente igual que cuando os habeis despertado (5 horas después) Han pasado las horas como si nada pero se te están haciendo eternas . Tú no has avanzado con el tiempo, tienes hambre, no te has duchado (ni ayer tampoco), la ropa sucia se amontona, y ya sintes la necesidad imperiosa de salir de allí, todo lo demás ya da igual. Durante ese tiempo has llevado al bebé en brazos ininterrumpidamente, aun te tienes que vestir con ropa de calle y la criatura también. Mientras llora en el cambiador, sólo piensas quiero salir ya de casa, que ganas tengo de salir de casa. Los 5 minutos que tardo en vestirlo a él (con lo primero que pillo, ni conjuntado ni ná) y en vestirme yo (ahí no queda más remedio que dejarlo sobre la cama y llora desconsoladamente), se hacen eternos, sólo quiero salir ya de casa.
Es invierno y al nene hay que abrigarle, así que como ya lleva el sofocón encima, no calla mientras lo envuelvo cual cebolla y lo meto en el carro. Yo ya os digo que sufro mucho si oigo llorar a mi hijo, sé que él no entiende que vamos de paseo y que yo no me alejaré de él. Me reclama, me necesita, no pienso que esté poniendo a prueba esa tontada de mis límites, sino que sólo se siente seguro en mis brazos, es muy simple, pero la situación la siento injusta. Casi no he dormido, llevo horas con él encima relegando el resto de mis necesidades y no tengo derecho a 5 minutos de preparación para salir sin llorar. Realmente siento que es injusta la situación, que no el niño.
Porfín estamos en la calle, con horrible viento invernal que me obliga a poner la burbuja del carro.
Si el niño lloraba al dejarlo en el carro ¿qué espero que haga mientras no lo coja?, seguir llorando. Empizo a caminar muy deprisa, ea ea ea le voy cantando a gritos (los vecinos pensarán ya ha salido la loca de paseo), y a mitad de calle, cuando lo veo ponerse morado y quedarse ya encanado sólo pienso que ganas tengo de volver a casa, sólo quiero llegar a casa (¿os suena?). ¡Record de la semana!, el paseo ha durado 4 minutos.
Otra vez en casa, lo cojo si llegar a quitarme del todo el abrigo lo pongo al pecho y vuelve la calma. Pues nada hijo mío, que se acabe el mundo si quiere, que nosotros así nos quedamos.
Y esque, si me paro a pensarlo, cuando sea mayor haré muchos esfuerzos para ayudarle a ser feliz : pagarle los estudios, ayudarle con la entrada del piso, consolarle si le deja la novia, preparale tapers cuando viva solo...
Pero realmente, nunca me resultará tan fácil y barato ofrecerle la felicidad plena y absoluta como ahora mismo. Mi pecho, mis brazos y mi mirada llena de amor infinito.Y mi hijo feliz. ¿Qué más se puede pedir?
En el siguiento post, os explicaré qué es lo que debe de fallar para no conseguir compaginar sus necesidades con las nuestras, y como resolví el caos que acabais de leer.
Permitidme un consejo: Abrazad a vuestros hijos y sed felices con ellos.
Después del momento en que recibimos por primera vez a nuestro hijo en brazos, en el que el tiempo se detuvo y nada más existía, llega otro momento en el que volvemos a la realidad cotidiana.
Nos encontramos en casa a solas con el bebé, y sabemos que hoy nadie vendrá a vernos, las visitas serán el fin de semana.
Muy decidida, me disponía a empezar esa vida cotidiana que tantas veces imaginé durante el embarazo...
Día tipo: por la mañana después de desayunar los dos, le asearé, le pondré la ropita tan mona que compré, luego me arreglaré yo, ventilaré la casa, dejaré puesta una lavadora (cogiéndolo en brazos siempre que me reclame aunque tarde un poco más en hacer todo), y nos iremos de paseo con el nene en el carrito pasando por el súper a comprar algo que falte. Luego volveremos a casa, le cambaré el pañal, le haré carantoñas, le daré pecho cuando pida, y mientras duerma haré la comida y tenderé la ropa que puse a lavar antes de irme...
Parece fácil, ¿verdad? ¡Pues no!
A lo mejor es posible si tienes uno de esos pocos bebés que duermen mucho por el día, pero el mío no fue uno de ellos. Dormía en mis brazos, pero en cuanto lo intentaba dejar en la cuna, el carro o la hamaca, se despertaba automáticamente y a llorar.
Como por las noches yo no descansaba (si leeis el post de A Vueltas con las Noches lo vereis), ya empezaba el día agotada.
A lo mejor se había despertado a las 6:30, después de mamar no se volvía a dormir. Le cambiaba el pañal y al al poco bocanada que te va, y a cambiar de ropa. Lo intentaba dejar en algún sitio para hacerme un desayuno rápido y no podía, a hacer pis con él en brazos (os puede parecer raro pero es posible hacerlo con una sóla mano).
Pasaba un rato intentando dormirlo, en la teta, de pie y cantando a la vez. El tío estaba agustito, pero no se dormía. Las piernas me pesaban, la espalda me dolía y los brazos se empezaban a resentir.
Y ves que ya sale el sol y hace más evidente el desorden de la casa, y piensas tantas cosas que quieres hacer cuando se duerma...
Acaban dando las 11:30 a.m. y sigues prácticamente igual que cuando os habeis despertado (5 horas después) Han pasado las horas como si nada pero se te están haciendo eternas . Tú no has avanzado con el tiempo, tienes hambre, no te has duchado (ni ayer tampoco), la ropa sucia se amontona, y ya sintes la necesidad imperiosa de salir de allí, todo lo demás ya da igual. Durante ese tiempo has llevado al bebé en brazos ininterrumpidamente, aun te tienes que vestir con ropa de calle y la criatura también. Mientras llora en el cambiador, sólo piensas quiero salir ya de casa, que ganas tengo de salir de casa. Los 5 minutos que tardo en vestirlo a él (con lo primero que pillo, ni conjuntado ni ná) y en vestirme yo (ahí no queda más remedio que dejarlo sobre la cama y llora desconsoladamente), se hacen eternos, sólo quiero salir ya de casa.
Es invierno y al nene hay que abrigarle, así que como ya lleva el sofocón encima, no calla mientras lo envuelvo cual cebolla y lo meto en el carro. Yo ya os digo que sufro mucho si oigo llorar a mi hijo, sé que él no entiende que vamos de paseo y que yo no me alejaré de él. Me reclama, me necesita, no pienso que esté poniendo a prueba esa tontada de mis límites, sino que sólo se siente seguro en mis brazos, es muy simple, pero la situación la siento injusta. Casi no he dormido, llevo horas con él encima relegando el resto de mis necesidades y no tengo derecho a 5 minutos de preparación para salir sin llorar. Realmente siento que es injusta la situación, que no el niño.
Porfín estamos en la calle, con horrible viento invernal que me obliga a poner la burbuja del carro.
Si el niño lloraba al dejarlo en el carro ¿qué espero que haga mientras no lo coja?, seguir llorando. Empizo a caminar muy deprisa, ea ea ea le voy cantando a gritos (los vecinos pensarán ya ha salido la loca de paseo), y a mitad de calle, cuando lo veo ponerse morado y quedarse ya encanado sólo pienso que ganas tengo de volver a casa, sólo quiero llegar a casa (¿os suena?). ¡Record de la semana!, el paseo ha durado 4 minutos.
Otra vez en casa, lo cojo si llegar a quitarme del todo el abrigo lo pongo al pecho y vuelve la calma. Pues nada hijo mío, que se acabe el mundo si quiere, que nosotros así nos quedamos.
Y esque, si me paro a pensarlo, cuando sea mayor haré muchos esfuerzos para ayudarle a ser feliz : pagarle los estudios, ayudarle con la entrada del piso, consolarle si le deja la novia, preparale tapers cuando viva solo...
Pero realmente, nunca me resultará tan fácil y barato ofrecerle la felicidad plena y absoluta como ahora mismo. Mi pecho, mis brazos y mi mirada llena de amor infinito.Y mi hijo feliz. ¿Qué más se puede pedir?
En el siguiento post, os explicaré qué es lo que debe de fallar para no conseguir compaginar sus necesidades con las nuestras, y como resolví el caos que acabais de leer.
Permitidme un consejo: Abrazad a vuestros hijos y sed felices con ellos.
martes, 27 de noviembre de 2012
A VUELTAS CON... LAS NOCHES
Ay! Qué bien eso que se ve en las películas. Mamá y papá durmiendo a las 3 de la madrugada, bebé que empieza a berrear y mamá que suelta un te toca a ti.
Y que ingenua de mí, pensar que lógicamente el hijo es de los dos y si te repartes, alguna horica duermes.
Pues no. Los primeros meses (sobretodo si das el pecho) el hijo es de la madre. Cuando se despertaba en mitad de la noche, entre que me estaba recuperando aun del parto y lo que me cansaba durante el día, no me sentía con fuerzas ni de levantarme.
Si papá lo cogía para intentar calmarle, lo único que hacíamos era alargar todo el proceso que venía después. Así que para dejar de oir ese llanto absolutamente insoportable (y lo es por los decibelios y porque a mí siempre me provoca un gran sufrimiento oir llorar a mi hijo, comprenda o no los motivos; instinto creo que lo llaman) lo cogía yo y al sofá a dar teta. Mi churumbel no enganchó el pecho tumbados hasta los dos meses o más. Os juro que me llegaba a quedar dormida con el niño apoyado en el cojín de lactancia, aunque nunca se me cayó.
Porsupuesto, para que algo (leche) entre, algo (...) tiene que salir y hacer sitio, así que todas, repito todas las noches hasta más de los cuatro meses, el niño se cagaba. Pero además sin piedad, manchaba body, pijama, a veces sábanas... En esos tiempos aun usábamos pañal desechable de marca superguays, y superguays nos lo pasábamos limpiando el estropicio.
Entonces ve al cambiador en el baño, llena palangana (esperando un poco a que el agua salga caliente), pasa y aclara la esponga mil y una veces porque eso no se acaba, seca, encrema y cuando vas a cerrar el nuevo pañal... ¡caquita a propulsión! y sin avisar. Oye, que mejoraron muchísimo mis reflejos en esos meses, podría doblar a Keanu Rives en la escena de Matrix esquivando balas.
Ala! Cambia el agua de la palngana, quita el pañal que has gastado sin usar, seca, encrema y pon otro pañal. Esta vez lo abrochaba superrápido, como si una vez que está cerrado ya no hubiera posibilidad de que se hiciese de nuevo.
Ya estaba limpio, llevaba en el baño de pie y con sueño mucho rato, y cuando iba a cerrar el body recordaba que la ropa también tocaba cambiarla. El niño medio desnudo, la casa fresquita que era invierno, y papá dormido (yo pensaba, que duerma y así por el día uno de los dos estará con energía, otra vez ingenua, ¡hombres!). El caso que envolvía a niño en una toalla y nos íbamos a por ropa (nunca se me ocurrió dejar una muda limpia en el baño por las noches), volvíamos al baño, le vestía y... bebé más espabilado y contento que Chupilla. Ahora a ver quien lo duerme.
Teta, de pie, acunando y cantando a la vez. Esa era la única forma en la que se dormía, y no muy rápido.
Al final, si se había despertado a las 4 de la mañana, lo volvía a acostar a las 5:30, que sumado a todo el trajín, hacía que a mí me hubiera entrado hambre, sed, pis y se me hubiera pasado el sueño.
Otra vez a ver Farmacia de Guardia o Cuéntame, o lo que echasen en la tele.
A eso hay que sumarle 4 ó 5 cinco veces más que se despertaba para mamar, aunque sin manchar pañal.
Eso sí, todo el tiempo que estábamos en el baño, no dejaba de mirarle a los ojos, decirle cosas bonitas, besarle los pies, las manos, la tripa, la carita... cantarle bajito. Si hubiera dormido todas las noches de tirón, habríamos pasado (1,5 horas X 30 días X 4 meses) 180 horas menos compartiendo momentos felices y cómplices. Así que ahora, el sueño se me olvidó, pero esos momentos quedarán para siempre.
Buenas noches.
Y que ingenua de mí, pensar que lógicamente el hijo es de los dos y si te repartes, alguna horica duermes.
Pues no. Los primeros meses (sobretodo si das el pecho) el hijo es de la madre. Cuando se despertaba en mitad de la noche, entre que me estaba recuperando aun del parto y lo que me cansaba durante el día, no me sentía con fuerzas ni de levantarme.
Si papá lo cogía para intentar calmarle, lo único que hacíamos era alargar todo el proceso que venía después. Así que para dejar de oir ese llanto absolutamente insoportable (y lo es por los decibelios y porque a mí siempre me provoca un gran sufrimiento oir llorar a mi hijo, comprenda o no los motivos; instinto creo que lo llaman) lo cogía yo y al sofá a dar teta. Mi churumbel no enganchó el pecho tumbados hasta los dos meses o más. Os juro que me llegaba a quedar dormida con el niño apoyado en el cojín de lactancia, aunque nunca se me cayó.
Porsupuesto, para que algo (leche) entre, algo (...) tiene que salir y hacer sitio, así que todas, repito todas las noches hasta más de los cuatro meses, el niño se cagaba. Pero además sin piedad, manchaba body, pijama, a veces sábanas... En esos tiempos aun usábamos pañal desechable de marca superguays, y superguays nos lo pasábamos limpiando el estropicio.
Entonces ve al cambiador en el baño, llena palangana (esperando un poco a que el agua salga caliente), pasa y aclara la esponga mil y una veces porque eso no se acaba, seca, encrema y cuando vas a cerrar el nuevo pañal... ¡caquita a propulsión! y sin avisar. Oye, que mejoraron muchísimo mis reflejos en esos meses, podría doblar a Keanu Rives en la escena de Matrix esquivando balas.
Ala! Cambia el agua de la palngana, quita el pañal que has gastado sin usar, seca, encrema y pon otro pañal. Esta vez lo abrochaba superrápido, como si una vez que está cerrado ya no hubiera posibilidad de que se hiciese de nuevo.
Ya estaba limpio, llevaba en el baño de pie y con sueño mucho rato, y cuando iba a cerrar el body recordaba que la ropa también tocaba cambiarla. El niño medio desnudo, la casa fresquita que era invierno, y papá dormido (yo pensaba, que duerma y así por el día uno de los dos estará con energía, otra vez ingenua, ¡hombres!). El caso que envolvía a niño en una toalla y nos íbamos a por ropa (nunca se me ocurrió dejar una muda limpia en el baño por las noches), volvíamos al baño, le vestía y... bebé más espabilado y contento que Chupilla. Ahora a ver quien lo duerme.
Teta, de pie, acunando y cantando a la vez. Esa era la única forma en la que se dormía, y no muy rápido.
Al final, si se había despertado a las 4 de la mañana, lo volvía a acostar a las 5:30, que sumado a todo el trajín, hacía que a mí me hubiera entrado hambre, sed, pis y se me hubiera pasado el sueño.
Otra vez a ver Farmacia de Guardia o Cuéntame, o lo que echasen en la tele.
A eso hay que sumarle 4 ó 5 cinco veces más que se despertaba para mamar, aunque sin manchar pañal.
Eso sí, todo el tiempo que estábamos en el baño, no dejaba de mirarle a los ojos, decirle cosas bonitas, besarle los pies, las manos, la tripa, la carita... cantarle bajito. Si hubiera dormido todas las noches de tirón, habríamos pasado (1,5 horas X 30 días X 4 meses) 180 horas menos compartiendo momentos felices y cómplices. Así que ahora, el sueño se me olvidó, pero esos momentos quedarán para siempre.
Buenas noches.
domingo, 18 de noviembre de 2012
OS CUENTO...
En ésta entrada iré publicando anécdotas y situaciones por las que hemos ido pasando desde que soy madre.
Como ahora tengo la oportunidad de hablar con tantas mujeres estrenando su maternidad, me doy cuenta de que hay situaciones que se repiten y que yo pasé en su día. Por eso, me apetece compartir esas experiencias en el blog.
No es mi intención sentenciar, ni espereis encontrar las respuestas definitivas a vuestras dudas, no soy experta en nada. Sólo una mamá un poco tozuda, que ha podido superar muchas dificultades (siempre apoyándome en grandes mujeres que he encontrado en mi camino) y que sigue intentado superar alguna que se resiste. Cuanto más aprendo, más me doy cuenta de que no sé nada (momento filosófico, que también los tengo).
Por eso, lo que pretendo con estas historias es acompañaros, entreteneros y que, si os sentís identificadas, comprendais que no os pasan estas cosas sólo a vosotras. Que lo de que los hijos de las demás duermen, comen y se portan mejor que el vuestro suele ser mentira, y que a todo te haces. Pero sobretodo, que cada etapa del crecimiento de nuestros hijos tiene siempre algo maravilloso y lleno de magia, aunque a veces haya que encontrarlo entre los escombros de la tormenta y SIEMPRE supera la magnitud de esta.
Como ahora tengo la oportunidad de hablar con tantas mujeres estrenando su maternidad, me doy cuenta de que hay situaciones que se repiten y que yo pasé en su día. Por eso, me apetece compartir esas experiencias en el blog.
No es mi intención sentenciar, ni espereis encontrar las respuestas definitivas a vuestras dudas, no soy experta en nada. Sólo una mamá un poco tozuda, que ha podido superar muchas dificultades (siempre apoyándome en grandes mujeres que he encontrado en mi camino) y que sigue intentado superar alguna que se resiste. Cuanto más aprendo, más me doy cuenta de que no sé nada (momento filosófico, que también los tengo).
Por eso, lo que pretendo con estas historias es acompañaros, entreteneros y que, si os sentís identificadas, comprendais que no os pasan estas cosas sólo a vosotras. Que lo de que los hijos de las demás duermen, comen y se portan mejor que el vuestro suele ser mentira, y que a todo te haces. Pero sobretodo, que cada etapa del crecimiento de nuestros hijos tiene siempre algo maravilloso y lleno de magia, aunque a veces haya que encontrarlo entre los escombros de la tormenta y SIEMPRE supera la magnitud de esta.
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